No tengas miedo

Gema Gallardo Sánchez 4 de noviembre de 2019


Es bastante frecuente escuchar la palabra "miedo" en las unidades o consultas de Fisioterapia. Los pacientes expresan tener miedo al dolor, a caerse, a no recuperarse e incluso, miedo al fisioterapeuta. No son pocos los que entran por primera vez por las puertas de nuestras salas con más miedo que vergüenza, como dicen por ahí.

Simplificando, voy a intentar explicar lo que es el miedo. Se define el miedo como una señal emocional de advertencia de que se aproxima un daño físico o psicológico. El miedo como cualquier otra respuesta emocional consta de componentes comportamentales, neurovegetativos y hormonales. Cuando tenemos miedo nuestra frecuencia cardiaca y tensión arterial aumentan, nuestros músculos se tensan, las glándulas suprarrenales segregan adrenalina y actuamos con cautela, estando alertas y preparados para responder. En investigaciones con animales en el laboratorio se ha comprobado el papel que desempeña la amígdala en la organización de respuestas emocionales producidas por estímulos aversivos. La amígdala se localiza en los lóbulos temporales, se compone de varios núcleos. El núcleo lateral recibe información de todas las regiones de la neocorteza. Los núcleos lateral y basal envían información a la corteza prefrontal ventromedial y al núcleo central de la amígdala que a su vez proyectan a distintas regiones que se encargan de la expresión de los distintos componentes de la respuesta emocional. Unos cuantos estímulos activan automáticamente el núcleo central de la amígdala y provocan reacciones de miedo (ruidos fuertes inesperados, la aproximación de un animal de gran tamaño, las alturas o en algunas especies, determinados colores y sonidos). Pero lo más importante es LA CAPACIDAD DE APRENDER QUE UNA SITUACIÓN ES PELIGROSA O AMENAZANTE. Se puede condicionar la respuesta del miedo. Si se asocian estímulos neutros con estímulos aversivos, los estímulos neutros producirán miedo. También sabemos que estas respuestas emocionales condicionadas se pueden extinguir gracias a la corteza prefrontal ventromedial. El animal aprende que al estímulo previamente condicionado no le sigue un estímulo aversivo, y como resultado de este aprendizaje se inhibe la expresión de la respuesta condicionada.

Los seres humanos también adquirimos respuestas emocionales condicionadas y la amígdala juega un papel fundamental en la adquisición de éstas. La mayoría de los miedos humanos probablemente se adquieren por transmisión social, no hace falta que nos ataque un perro para tener miedo de los perros, basta con observar en otra persona signos de temor cuando se encuentra con un perro para que desarrollemos miedo a los mismos. Algunos experimentos demuestran que se puede adquirir miedo condicionado mediante instrucción, sólo con advertir a un grupo de sujetos que iban a recibir una descarga eléctrica, los sujetos sin llegar a recibirla tenían respuestas de miedo cuando llegaba la señal de peligro. También en el caso de los seres humanos la corteza prefrontal medial juega un papel decisivo en la extinción del miedo condicionado.

Podemos imaginar que los pacientes tienen miedo a los estímulos desagradables como el dolor, pero también que en algunos casos, han aprendido a tenernos miedo. Han escuchado a sus vecinos o a sus familiares acerca de los fisioterapeutas. Les han dicho de todo... te van a hacer mucho daño, te van a doblar la rodilla sin compasión, si no trabajas tú, te vas a enterar... En fin, no es de extrañar que algunos de nuestros pacientes, si añadimos que mientras están en la sala de espera, escuchan algún grito que otro, no quieran ni entrar o prefieran salir huyendo como haría cualquier animal en situación de peligro.

Afortunadamente sabemos que este miedo aprendido se puede desaprender. Siempre y cuando el paciente no reciba lo esperado, es decir, no se encuentre de bruces con el estímulo aversivo, sino más bien con estímulos agradables. Modular la percepción del dolor conociendo los circuitos neurales cuya activación produce analgesia mediante técnicas de Fisioterapia es la mejor manera de que el paciente no exprese miedo. Así que ya sabemos lo que les debemos decir a cada uno de nuestros pacientes: NO TENGAS MIEDO, RELÁJATE, TRANQUILO, TRANQUILA, TE VOY A EXPLICAR, ME VAS A AYUDAR, NO TE VOY A HACER DAÑO...