Covid, desafío al sistema

Juan Antonio González García 30 de julio de 2020


Son ya cinco meses desde el inicio de lo que podemos considerar una pesadilla sanitaria, social, familiar y económica, en distintas dosis según lo que nos esté tocando vivir a cada uno. Podemos tener desesperanza ante la situación generada por la pandemia, cansancio, hastío, frustración, desconfianza, todas emociones y sensaciones con marcada valencia negativa. Cuesta asumir que estamos siendo testigos y partícipes de un episodio de dimensiones planetarias, que pensamos en sus orígenes que era pasajero, temporal, que venía de oriente y que apenas nos rozaría. Cuando atisbábamos cierta calma, con una alerta rebajada, pensando que el verano atenuaría al virus y nos permitiría disfrutar de descanso, playa o montaña, abrazos y besos, vemos que no era sino un espejismo.

fisioEducación tiene una vocación, desde su germen, de compromiso social. Además de promover y divulgar aspectos y temas de salud, educación, formación o ciencia pensamos que, antes que sanitarios, somos personas inmersas en un contexto profesional y social. Por eso nos sentimos concernidos por lo que está pasando. Es poco lo que podemos aportar, más allá de una plataforma de difusión y el espacio de Fisioglía, nuestra revista científica. Hemos participado profesionalmente en primera línea, como fisioterapeutas, por lo que tenemos cierto criterio a la hora de tener una visión de conjunto del pasado inmediato. Por eso, humildemente, a pesar de ser reiterativos y poco originales, vamos a utilizar este púlpito para insistir en algunos mensajes.

La ciencia no es certidumbre, no tiene respuestas para muchas de nuestras cuestiones, menos para las grandes dudas existenciales. Es esencialmente modesta, aunque alardea de su constante cuestionamiento de la realidad. Su afán primordial es la búsqueda de conocimiento, a sabiendas de que en muchas ocasiones será sólo una forma de generar nuevas dudas. El caso de la Covid-19 no es una excepción. Ha habido muchos titubeos en los tratamientos, diagnóstico o prevención. Se ha practicado el ensayo-error, las decisiones se han basado a veces en un puñado de casos o en opinión de expertos, que también se equivocan. Y esto se ha criticado por personas, colectivos o medios, cuando es el camino que habitualmente recorre la investigación hasta elaborar diseños más potentes.

Como los científicos, los políticos también yerran y dudan, además de tener que tomar decisiones desde distintas perspectivas. Es muy complejo y merece todos nuestros respetos. Creemos, no obstante, que en tesituras como la pandemia el criterio científico para el control y abordaje de la misma debe considerarse prioritario. Eso lo aleja, en principio, de consideraciones ideológicas que tanto han llamada la atención en todo este proceso.

Ya que insistimos en la cientificidad para afrontar la pandemia y sus derivadas, recordamos la necesidad de invertir en investigación en general y en particular en temas de salud. Se ha vaticinado que habrá un antes y un después de todo esto. Generalmente esos augurios necesitan de intencionalidad para que sea así, y no se conviertan en un brindis al sol. Desearíamos fervientemente que el modelo económico y de sociedad basculara hacia la diversificación, la inversión en innovación y generación de conocimiento. Es un itinerario de largo recorrido por lo que no habría que diferirlo más.

No podemos obviar, máxime cuando la “educación” forma parte de nuestro nombre, la importancia que esta tiene para el futuro de nuestra sociedad considerada en su más amplio sentido, el que trasciende las fronteras. Las conductas y la respuesta a las mismas definen lo que somos, y la educación las crea, adapta y moldea. Es desalentador haber comprobado cómo los comportamientos y declaraciones de personas, muchas de ellas relevantes, han ido contra el criterio y las decisiones que pretendían evitar la expansión del virus. Han sido un nada edificante ejemplo. Pero también el de muchos conciudadanos, jóvenes y no tan jóvenes, que han desoído las peticiones y demandas emanadas del consenso científico. Esperamos que, como la investigación, la educación sea definitivamente un vector nuclear en nuestras vidas personales y colectivas.

Para finalizar, es ineludible repetir el agradecimiento a todos los que han contribuido, y siguen haciéndolo, desde sus trabajos a propiciar que la vida siga desarrollándose. Pero, insistiendo en nuestros argumentos, es necesario alentar a los que están investigando para encontrar una salida a la multitud de problemas actuales y venideros, tanto en ámbitos sanitarios como epidemiológicos, sociales o económicos. Desde Fisioeducación, modestamente, gracias y ánimo.