Mitos sobre la educación a distancia
Luis Bernal 6 de marzo de 2013
En cualquier campo de la ciencia, del saber y de la vida humana en general emergen rápidamente ideas que, aun no sabiendo su origen y en qué se sustentan, van adquiriendo vida propia, hasta tal punto que tomamos estas ideas como verdades universales que no precisan refutación (ni siquiera análisis). Así nacen los mitos, y la educación a distancia, como disciplina humana que es, no se libra de estos mitos. Veamos a continuación algunos de ellos:
En la educación a distancia por vídeo cuantos más fotogramas por segundo, mejor: Dado que los canales de TV en España emiten a 25 fotogramas por segundo (fps) existe la creencia generalizada de que ese es el estándar mínimo de calidad que podemos aceptar en cualquier retransmisión por vídeo, cuando no es cierto. El ojo humano, como mucho, puede distinguir entre 15 y 20 fps, por lo cual en un sistema basado en vídeo en el que además nos interesa comprimirlo lo máximo posible para que en su envío por internet no existan cortes ni retrasos, con menos fps conseguiremos una mayor calidad pues evitaremos esperas innecesarias al alumno y desagradables cortes o paradas en el streaming de vídeo. Incluso un índice de 10 fps puede ser adecuado en vídeos en los que los movimientos sean mínimos (tipo presentación de powerpoint).
Cuanta más interacción haya en la clase de educación a distancia, mejor: En este caso sí se conoce el origen del mito. En los primeros estudios sobre educación a distancia obtuvieron entre sus conclusiones que los cursos de educación a distancia unidireccionales retrasaban mucho a los estudiantes, por lo que la interacción entre profesores y alumnos se hacía necesaria. Hasta aquí es cierto, pero en muchas ocasiones la falta de tiempo del estudiante implica una menor interacción y no por ello un menor aprovechamiento del curso online. De aquí se ha pasado además a intentar reproducir en la educación a distancia los parámetros de interacción de la vida real, planteándose charlas y reuniones en tiempo real (sincrónicas), que obligan a los estudiantes a estar disponibles (todos ellos) en un mismo horario, con la dificultad que esto puede representar. No estamos en contra de las reuniones sincrónicas, pero sí debemos ser conscientes de los perjuicios que puede ocasionar en clases con muchos alumnos o con alumnos laboral o familiarmente con muchas cargas.
Para poder ser profesor en educación a distancia, hay que recibir formación específica para ello: No es del todo cierto. Sí que se debe recibir información específica sobre la plataforma y la tecnología que se va a utilizar, pero la competencia más importante (y con mucha diferencia) de un profesor en educación a distancia la dicta el propio conocimiento del contenido que debe impartir. Comprender el contenido y ser capaz de dividir los temas en conceptos significativos y controlables son competencias fundamentales para un profesor en educación a distancia y en educación presencial.
La educación a distancia es mucho más barata que la educación presencial: Hemos dejado para el final el mito más extendido y probablemente el más erróneo. La formación a distancia tienes unos costes de producción de material y contenidos, elaboración de software (o impresión), costes de envío, creación y mantenimiento de la plataforma web, soporte tecnológico e informático constante, etc. que se tienden a minimizar frente a los costes en edificios y mantenimiento físico de la educación presencial. También se aduce que son necesarios menos profesores para la educación online, cuando no es cierto, dado que aunque el alumno pasa más tiempo "a solas" con los materiales de formación, las consultas a los profesores son más frecuentes y numerosas que en la educación presencial. Es decir, lo que se "gana" al no existir clases magistrales presenciales, se "pierde" por mayor número de consultas (cosa lógica) de los alumnos. El único atisbo de verdad en todo este mito es que a partir de cierto número de alumnos en un curso a distancia, puede haber cierto ahorro (tampoco excesivamente elevado) respecto a un curso presencial, dado que se equilibran los costes fijos de producción de material y gestión de plataforma, con los costes variables derivados del número de alumnos. Y también es cierto que un curso online de mala calidad es mucho más barato que un curso presencial de calidad (y viceversa).
Referencias
Apredner y enseñar en tiempos de Internet: Los costos, el (incierto) punto de equilibrio
Simonson, M.: Teoría, investigación y educación a distancia, FUOC, Septiembre 2006.