El espantapájaros

Gema Gallardo Sánchez 23 de marzo de 2020


Hace unos meses tuve la oportunidad de realizar un curso, cuyo título era "Dolor y movimiento". El docente del curso era Arturo Goicoechea, neurólogo jubilado en el campo asistencial pero activo en el arte de compartir conocimiento. Si visitamos su blog, una de las frases que acompaña su cabecera es "know pain, no pain". Los juegos de palabras me gustan. Los eslóganes son fórmulas breves y llamativas que se utilizan en publicidad y propaganda. La publicidad es una forma de comunicación comercial que intenta incrementar el consumo de un producto. Esta forma de comunicación es también utilizada por los profesionales de la salud para tratar de convencer a "su público". Lo que nos diferencia del resto de "creativos" es que debemos fundamentar nuestros eslóganes en la ciencia, si no lo hacemos, pecaremos de charlatanes y la comunidad científica no dará valor a nuestro producto. Pero los profesionales sanitarios también somos individuos que viven en una cultura y este entorno nos somete a unas presiones de categorización. El propio Arturo Goicoechea nos categoriza en una de las entradas de su blog y habla de fisios con cerebro y fisios sin cerebro utilizando un juego de palabras para introducir el tema de la función evaluativa del cerebro.

Las diferencias individuales hacen que vivamos el dolor de formas muy distintas y eso hace también que el abordaje de ese fenómeno complejo deba ser diferente. La investigación muestra que existen individuos más proclives a la percepción de amenaza y daño. Arturo Goicochea defiende que la educación del paciente con dolor crónico puede ser una herramienta más para las personas que lo padecen. Él y un grupo de profesionales trabajan con grupos de pacientes con migraña y su experiencia es positiva, pero no deja de ser un experimento en fase de prueba, del que todavía no tenemos datos concluyentes. Tampoco se conocen muchos de los procesos corticales de la experiencia "dolor".

Su experiencia suma un punto de visión más, al que sin duda, nos agregaremos. Formar un grupo de pacientes, considerando las ventajas del mismo, apelando a la valoración cognitiva del "individuocerebro" (lo siento, yo no lo puedo separar) y hacer nuestras técnicas más integrales, dándole al cerebro lo que es de él, no deja de ser algo que hacen las demás disciplinas científicas.

Si habéis llegado hasta aquí, ahora comprenderéis el título de esta entrada. Quizás, a algunos de nuestros pacientes les gustaría ser como el espantapájaros de la maravillosa película "El Mago de Oz", al menos, en ocasiones.